DISTRITO NACIONAL, República Dominicana.-. El Movimiento Participación Ciudadana dio a conocer recientemente un estudio que expone crudamente una alarmante crisis y falta de confianza de los dominicanos en los partidos políticos del sistema.
Este es un tema que ha sido objeto de estudios desde hace más de dos décadas en todo el mundo, especialmente en Europa, donde intelectuales comenzaron a llamar la atención de los líderes de las organizaciones partidarias, donde la militancia se estaba alejando porque esas entidades ya no hacían causa común con los anhelos del pueblo llano. Es así como esa falta de confianza ha ido en aumento paulatina, pero sostenidamente entre los votantes.
República Dominicana, que hasta hace poco gozó de un sistema de partidos fuerte y creíble, experimenta un proceso preocupante de pérdida de confianza. Parece que esa crisis, aunque se quiera desconocer, amenaza la existencia misma de organizaciones que antes dominaban el escenario político y social y ya no son tan influyentes como antes. Antes el escenario político y social lo dominaban los partidos Revolucionario Dominicano, liderado a la sazón por el doctor José Francisco Peña Gómez, y el Reformista Social Cristiano, con Joaquín Balaguer como líder absoluto. Al juego entró luego el Partido de la Liberación Dominicana, fundado, al igual que el PRD, por Juan Bosch a la cabeza.
A partir de 1973 ya la crisis partidaria en República Dominicana hacía asomos, pues Bosch fundó el PLD fruto de la “desgarrapatización” del PRD. Al mismo tiempo éste acusaba a Peña Gómez, quien quedó como líder máximo del PRD, de ser “un corrupto”, aunque nunca explicó el por qué de esa afirmación.
Estos tres líderes dominaban el panorama político nacional y contaban con una militancia que los seguía a pie juntillas, pues de alguna manera y ruto de su entusiasmo y adoración por estos se sentían representados.
Hace tiempo que esa pasión política desapareció, no sólo por la devoción a los tres líderes desaparecidos, sino por el hecho de que con ellos se esfumó la filosofía partidaria que unía a la militancia en cada una de las organizaciones que dominaban el escenario.
Los intereses de los residentes en sectores populares ya no coinciden plenamente con los politicuchos que sólo aparecen en campaña electoral, creyendo que con una compra, 500 pesos o cualquier dádiva que no les resolverá su problema, comprometen su fidelidad. Qué equivocados están, aunque en término de votaciones pueden resultar beneficiados con la elección.
El voto que se emite no es un voto de confianza ni de compromiso, y mucho menos de conciencia. Los votantes saben que pasadas las elecciones jamás verán a ese candidato ya electo que le hizo ojos bonitos en tiempos de campaña y por eso olímpicamente le hacen el fó. Por eso los candidatos ahora tienen que emplearse a fondo en sus campañas e invertir cuantiosas sumas de dinero para alcanzar una candidatura y eventualmente un puesto electivo.
Los partidos políticos, que tenían en las clases populares su principal nicho, han visto cómo su influencia ha ido disminuyendo en forma alarmante en sectores populares de campos y ciudades. Antes, para los electores participar en actos proselitistas era asunto de principios, rabiosa militancia y verdadera esperanza redentora. Ahora lo hacen por conveniencia, aplicando aquello de “Lo Mío Alante”.
Peligrosamente, los dominicanos creen menos en la democracia representativa. Se sienten menos representados y están ensayando a reclamar una democracia directa en la que el pueblo llano participe en la toma de decisiones.
El estudio de Participación Ciudadana “Diagnóstico del sistema electoral y de partidos de República Dominicana: propuestas para la reforma de las Leyes 33-18 de Partidos y 20-23 del Régimen Electoral”, plantea que un alto porcentaje de dominicanos considera que los partidos políticos funcionan mal o muy mal y que la democracia podría funcionar sin ellos.
El infirme es coincidente con otro realizado en 2019 por Latinobarómetro.
Esta preocupante realidad lo demuestra la preeminencia y el poder de convocatoria alcanzado por determinados grupos comunitarios y de la sociedad civil. Para prueba, un botón: la Antigua Orden Dominicana. Liderada por un hasta ayer joven desconocido, la Antigua Orden ha trazado la agenda del liderato político nacional, desde el presidente Luis Abinader, hasta los ex presidentes Leonel Fernández, Hipólito Mejía y Danilo Medina. Prácticamente los ha obligado a debatir el tema haitiano y a trazar políticas comunes ante un problema que amenaza la dominicanidad.
Consciente de la influencia que está acaparando, el presidente de la Antigua Orden, Ángelo Vásquez, un joven hasta ayer desconocido, ya está cambiando su discurso y lo está haciendo más político. Afirma con convencimiento que si no se acatan las demandas de su entidad, “los partidos políticos van a desaparecer”. Esa es una expresión que debe llamar a reflexión al liderato político dominicano y no cometer el error de echar la amenaza en saco roto, y mucho menos de tratar de ridiculizar a este joven con ínfulas de patriota, que en su vestimenta asemeja a un militar. Su planteamiento va en serio. Sólo hay que ver lo variopinto y procedencia social de sus últimos adherentes y el entusiasmo con que lo siguen y reproducen sus ideas.
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