Retos de la cultura moderna/Autor: Eloy Tejera

SANTO DOMINGO, República Dominicana.- En un país como Colombia, donde con justicia se asevera que se habla el mejor español de Latinoamérica, se celebran ferias del libro y eventos culturales, que sin duda ocupan en la región un lugar destacado.  Allí el ambiente que se respira es el propio de un pueblo que practica el virtuosismo por el respeto que tiene hacia las obras que pare el espíritu, y que reverencia y distingue a sus creadores.

La patria de Gabriel García Márquez es ese extraño terruño, en el que a pesar de la guerra cruenta que por más de cinco décadas libran dos facciones, celebra con fruición y apoyo masivo los festivales de poesía, y no ve como extraterrestres a aquellos que se desplazan en bicicleta. Tamaña muestra de urbanidad que nosotros no exhibimos.

Eloy Alberto Tejera, periodista y escritor.
Eloy Alberto Tejera, periodista y escritor.

Hará ya mucho tiempo que aspiramos y soñamos que los eventos culturales en la República Dominicana estén signados por esa tesitura, que no estén matizados por la impostura y la falsedad que sólo conducen a evidentes desatinos.

La recién pasada feria del libro que se celebró en el país sirvió a mi juicio para eso, para llevarnos a aterrizar por senderos más sinceros, para renunciar a esa desventura que es querer singularizarnos a través de lo falso.

Fue una feria humilde. Es cierto. Asistió menos público. También es verdad. Pero el concurrente fue digno.

No hubo reguetoneros, artesanos, vendedores de comida a granel. Loa a quienes desterraron esa barahúnda. Satisfizo a un sector sensato la conducta de las actuales autoridades de desdeñar el relumbrón, el escándalo, de no dejarse seducir por el típico bulto quisqueyano de llevar gente, de no permitir que aquello se convirtiera en el mercado bullicioso acostumbrado, que en el mejor de los casos un Cristo literario hubiese desalojado a latigazos con sus divinos brazos.

Sin duda alguna fue un buen inicio para las actuales autoridades de Cultura que encabeza el ministro Pedro Vergés, a quien antes que todo, se debe dar el beneficio de la duda y una tregua que manda la justicia y el código de caballeros.

Cien días para que reorganice la babel cultural. En su hoja de vida muestra una férrea defensa del país en la Organización de Estados Americanos y una expresión que hay que poner en negritas: “una sociedad que no protesta no avanza”.

Además, y lo más importante, su obra “Sólo cenizas hallarás” fue premio de la Crítica Narrativa en España y Premio Blasco Ibáñez. Aquel fue un momento en el que el país alcanzó la cresta literaria. No hay que ser mezquino, y se debe señalar que es lamentable que eso no haya vuelto a suceder. Vergés es el padre de un solo hijo, perdón, de una novela única, pero fue un hijo que colocó al país en el mapa literario internacional.

Como diplomático, y escritor, él ha situado ya su impronta. Ahora hay que ver la legitimidad y el don que surgen de su labor gerencial como ministro de Cultura. Pero, llama la atención que le acompañen escritores de la talla de Cayo Claudio Espinal, cuya obra poética es respetada por todos los círculos literarios.

A Espinal, el autor de Banquetes de Aflicción, Premio de Poesía Siboney en el año 1978, y Utopía de los Vínculos, se le conoce por un fuerte activismo cultural. Está en la Dirección de la Editora Nacional un prestigioso escritor, tal el caso de José Enrique García.

Lo que se trata es de que el actual ministerio de Cultura persista en mantener el don de sinceramiento que mostró ya en la pasada feria del libro, y que hacedores de la cultura (escritores, pintores, dramaturgos, actores, poetas, gestores cultural) confraternicen y se mezclen, sin poses, con los sectores del pueblo, sin excluir a nadie, integrando a todo aquel que tenga que aportar.

Los que detentan el poder deben meditar mucho tiempo en torno a lo que no están en él ni en la cúspide social, deben abocarse a ejercer un ministerio de humildad. La cultura es el más flamante de todos los bienes, y las actuales autoridades deben saberlo y trabajar para que éste llegue al pueblo.

Los cambios son buenos, permiten remover la matica y que nuevos frutos caigan en el suelo. Observo esperanzado el accionar de las nuevas autoridades culturales. Si de algo estamos faltos los dominicanos es el trabajar por espiritualizar y elevar nuestros sentimientos, en convertirnos en seres más sensibles, y la cultura es un fundamental para ello.

Quienes dirigen la cosa pública tienen el deber ineludible de comportarse a la altura que las circunstancias demandan y que las mismas, la realidad ensombrece.

No sé si el ministro sólo halló cenizas en el ministerio que dirige, pero intuyo que deberá recurrir a las artes aquellas del ave Fénix. Los dados han empezado a ser tirados por Vergés y acompañantes, esperemos…

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