Ramfis 2020-2024/Eloy Alberto Tejera

DISTRITO  NACIONAL, República Dominicana.- Vamos por parte, al mejor estilo de Jack El Destripador.  Ramfis Trujilllo,  además de poseer una prominente calvicie, también goza de un prominente apellido: Trujillo. Si las manos de su abuelo, el tirano Rafael Leonidas Trujillo estuvieron llenas de gestos grandilocuentes y de sangre, las de él están impregnadas de una novedad sospechosa: claman por orden, las alza con la suntuosidad del que desde la tierra habla de las suntuosidades del cielo.

Sigamos en la tesitura del que destripaba sus víctimas: si bien nadie tiene que pagar las habas que se comió otro, él debe saber que su abuelo –a quien hasta le rindió un homenaje- después de llenar su alma golosa, vomitó sobre todos los dominicanos, encabezando una larga era, que no es bueno repetir, pues segundas partes nunca fueron buenas. (A excepción,  claro, de la saga El Padrino. Si se vanagloria y beneficia del apellido Trujillo, debe asumir la repulsa y los malos recuerdos que a muchos les causa.

Eloy Alberto Tejera, periodista.
Eloy Alberto Tejera, periodista.

Ahora seamos justos: Trujillo gobernó desde 1931 hasta el 1961. Terror y orden implantó, su impronta fue crear el Estado dominicano y erigirse en su cacique. La democracia que lo sustituyó a partir del 1961 está repleta de deficiencias y tumbos. Lleva 5 décadas dándonos más de lo mismo: una casta siniestra que no gobierna en beneficio del pobre, y que lo único que ha hecho es cambiar de colores, y de rostros.

¿Tenemos derecho los dominicanos a vivir condenando 30 años malos si la democracia ha parido más de cinco décadas de injusticias y latrocinios? Si la Alemania de hoy no superase a la que dejó Adolfo Hitler la nostalgia por éste fuese grande. Eso no se puede aplicar al caso dominicano.

En cambio, en el imaginario oscuro dominicano, gestado en la ignorancia, se alaba en Trujillo, primero “el orden” y luego su paradigmático antihaitianismo. Las clases de abajo, añoran lo primero, y la elité dominicana “falsamente patriotera” usa maliciosamente lo segundo, cuando en fondo es una beneficiaria de que la frontera sea un lugar donde se ha erigido un altar al desorden y macuteo.

Visto lo malo de ahora, y donde nos tiene esta democracia, Trujillo aparece como un niño de teta en la historia dominicana y Balaguer un Santo Niño de Atoche. Que venga ahora Ramfis Trujillo, nieto del dictador, con el nombre de quienes torturaron a quienes lo ajusticiaron, es más que una afrenta, un recordatorio humillante.  Como colocar en el obituario de las víctimas, una frase lapidaria de su asesino.

Pero el asunto no es para horrorizarse. Mucho ya tenemos con tener que levantarnos en una sociedad que nos golpea por todos lados: desde la Policía, la justicia, el gobierno, los delincuentes. El asunto es entender. Comprender. Ir desglosando el fenómeno.

Trujillo, luego de estar tres décadas gobernando, terminó hediendo como cualquier vulgar cadáver en el baúl de un Oldsmobile 58 ante los azorados ojos de unos héroes que aún en la noche oscura estaban tan impactados por la magnitud del hecho cometido que la dubitación se apoderó del ambiente. Las metralletas aún temblaban y conmovidos, los complotados dudaban cuál sería el próximo paso.

Pero el cadáver de la democracia que nos gastamos a partir de entonces hiede más. En este contexto aparece este muchacho llamado Ramfis. La noche no es más clara que aquella. A diferencia, en ésta no priman los ideales.  Ramfis Trujillo lo sabe. Mirándolo bien, el muchacho no sabe en qué pie está parado. Eso sí, tiene la intuición a flor de piel  de los avivatos de la película, y se ha percatado de que aquí lo que hay en un desorden en mayúscula. No es exagerado imaginarse cómo se ancha su pecho cuando algún ignorante viene a decirle que él viene a salvar la patria.

Muchas cosas lo favorecen.  Además cuenta con el beneficio de la duda, pues de los otros, ya conocemos lo suficiente. Vivimos la época de los Trump y los Duterte, además de que en el país la clase política no aguanta más descrédito.  También contribuye a su acusa la ola patriotera ha parido el antihaitianismo, mientras la ola delincuencial que nos azota (política, es la dura) desemboca en un deseo irrefrenable por el orden. “Antihaitianismo y orden”, dos emblemas de los trujillistas.

Los dominicanos estamos indignados pero no con conciencia. Y eso es lo peligroso. De ahí que una figura como la de RamfisTrujillo, que debería causar repulsa o miedo, -desde el punto de vista siquiátrico, por lo que representa su más cercana genealogía- aparezca como un fenómeno y se ponga en primer plano.

Yo lo veo en los escenarios. Goza más que nadie de esos encuentros mediáticos. Sabe que tiene más que esos quince minutos de fama otorgados por la frivolidad reinante.

Ramfis 2020-2024. Me daría gusto ver los afiches tiñendo las miserables calles de los barrios, recorriendo triunfante cual Cid Campeador, la avenida 30 de Mayo. No me sorprendería viéndolo terciarse la ñoña, esa banda presidencial que tantos pechos siniestros ha cruzado. Sería interesante verlo haciéndole un guiño de ojo a la foto del abuelo (que colocaría en su despacho), diciéndole, “abuelo mira que volvimos a Palacio, mira que tú no fuiste asesinado el 30 de mayo por esa banda de forajidos y traidores patrocinados por la CIA”.

Los comentarios están cerrados.