La triada malvada

Los partidos políticos, la Policía y el Congreso Nacional están en la cresta de una ola de desconfianza que afecta a la sociedad dominicana frente a los poderes que la regulan y la dirigen, uno de los factores determinantes de la falta de cohesión y de enfoque hacia el desarrollo.

Esta lectura se desprende de la última encuesta de Gallup Dominicana, divulgada por el periódico Hoy. El diagnóstico no es nuevo y más bien opera como una confirmación. Hace años fue documentado por Jacques Atalli y si alguna evolución ha tenido es que se consolida con unas organizaciones políticas que rinden culto al atraso, se resisten a la reforma, persisten en mantener un bloqueo generacional que impide nuevos liderazgos y propician el tigueraje por encima del mérito.

La percepción desfavorable cobra mayor dimensión con un cuerpo del orden pendiente de una reforma estructural y profunda que en nada guarda relación con el minúsculo cambio cosmético de renombrar el cargo del superior policial, que ya no es “jefe”, sino director.

La carrera policial basada en la dignidad humana de los agentes, en la certidumbre de su futuro, la preparación técnica y académica, es una necesidad a la que no hemos dado respuesta y como la institución no puede quedarse vacía, reclutamos “lo que aparezca” sin filtro. Por eso ingresan tantos delincuentes.

¿Y qué decir del Congreso? Un poder del Estado en franca degradación, un nido lleno de banqueteros, farsantes, negociantes de toda clase con patente de corso y una frondosa impunidad bajo la cual se arrogan el derecho a no tributar, a competir deslealmente y –en fin- a estar por encima del bien y del mal.

Se trata de un espacio en el que la indelicadeza opaca cualquier comportamiento ético y los genuinos aportes al desarrollo legislativo de un pequeño grupo de personas dignas que se han merecido el voto con el que fueron elegidos.

Sin dudas que las reformas política y policial siguen siendo las madres de todas las reformas. Si ellas cualquier esfuerzo reformador se diluye.

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