Fin de la hegemonía

Igual que el partido único, el hegemónico, como el PLD, es tan íntimo amigo de la corrupción y la impunidad como enemigo de la institucionalidad democrática.

DISTRITO NACIONAL, República Dominicana.- El próximo 16 de agosto, cuando el nuevo presidente de la República, Luis Abinader Corona, sea juramentado ante la Asamblea Nacional, junto a la vicepresidenta, Raquel Peña Rodríguez, culminará el más largo período gobernado por un partido político en la historia de la República Dominicana.

Se trata de la Era de los 16 Años del Partido de la Liberación Dominicana, que se inició en el 2004 con el retorno al poder de Leonel Fernández Reyna. Al medir este largo tiempo de gobierno en el contexto de las generaciones de la Era Digital, nos encontramos con que los llamados nativos digitales de la generación Z, que nacieron a partir del referido año 2004, han sido gobernados únicamente por esa formación política.

Conservar el poder durante 16 años consecutivos es algo que no alcanzó ni siquiera el más sagaz caudillo del siglo XX, Joaquín Balaguer, por lo que es razonable preguntarse: ¿qué hizo el PLD para mantenerse gobernando por tanto tiempo?

La respuesta podría encerrar diversos factores dentro de los cuales sobresalen: 1) los incomparables gastos utilizados en propaganda antes y durante las campañas electorales; 2) el uso de las ayudas del plan social con fines electorales; 3) una enorme clientela electoral controlada efectivamente por el Estado a través de los programas sociales de la Presidencia de la República; 4) intromisión significativa en la vida interna de los demás partidos políticos para utilizarlos o dividirlos; y, 5) uso incontrolados de recursos y bienes del Estado en las campañas electorales.

A propósito de esto, en su reconocida obra, “El Poder”, el filosofo y matemático inglés, Bertrand Russell, sostiene que el poder sobre los seres humanos puede ser clasificado por la manera de influir en los individuos o por el tipo de organización que implica.  En ese sentido, afirma lo siguiente: “Un individuo puede ser influido: a) por el poder físico directo sobre su cuerpo, por ejemplo, cuando es encarcelado o muerto; b) por las recompensas y los castigos utilizados como alicientes, por ejemplo, dando o retirando empleos; c) por la influencia en la opinión, por ejemplo, la propaganda en su sentido más amplio”.

Como consecuencia de la Era de los 16 Años del PLD, surgió lo normal cuando un partido ejerce el poder por largo tiempo en un sistema presidencialista: el partido hegemónico.  Esto se materializó a partir de la madrugada del 21 de diciembre del 2011, cuando el Consejo Nacional de la Magistratura, encabezado por el presidente, Leonel Fernández, concluyó la reestructuración de la Suprema Corte de Justicia y la selección de los miembros de los tribunales Constitucional (TC) y Superior Electoral (TSE). Desde ese momento el Partido de la Liberación Dominicana, además de controlar los poderes  Ejecutivo y Legislativo, paso a controlar el Poder Judicial y los órganos constitucionales extrapoderes, los cuales se convirtieron en poderes siervos del presidente de la República y el partido de gobierno.

Igual que el partido único, el hegemónico, como el PLD, es tan íntimo amigo de la corrupción y la impunidad como enemigo de la institucionalidad democrática.

Liberados de las cadenas del partido hegemónico, desde el 16 de agosto, los poderes Ejecutivo y Legislativo dejarán de ser propiedad de un presidente. Nunca más la voz poderosa de Danilo Medina clamará: ¡Quiero mi Congreso!

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