El cerebro femenino en la política/Autora: Margarita Cedeño de Fernández, vicepresidente de RD

SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Siempre ha existido un gran debate sobre el cerebro femenino en contraposición al masculino, lo que ha ocupado a la neurociencia en la búsqueda de respuestas a las diferencias entre el proceder racional y emocional  de hombres y mujeres.
 
No es hasta que la neuropsiquiatra norteamericana Louann Bridenzine escribe en el 2006 una extraordinaria obra titulada “El cerebro femenino”, que se logra demostrar las razones científicas detrás de las grandes diferencias entre el cerebro femenino y el masculino. 

Margarita Cedeño de Fernández, vicepresidenta de la República.
Margarita Cedeño de Fernández, vicepresidenta de la República.

Estas diferencias se resumen en marcadas particularidades, de las cuales destacamos dos: las mujeres presentan una mayor capacidad para la inteligencia emocional, debido a que el hipocampo femenino es ligeramente más grande y, en segundo lugar, el número de neuronas espejo para la empatía es mucho mayor, por lo cual las mujeres tienen más facilidad para ponerse en la piel de los demás.
 
El doctor José Silié Ruiz, dilecto amigo, refiriéndose a esta obra en uno de sus artículos dominicales, esbozó estas dos particularidades de la siguiente manera: “el aforo adicional que tienen las damas, es de una mayor “percepción” de los instintos y propósitos de los demás; intuición que les permite “olfatear” la actitud malsana, resentida, envidiosa  y escondida de algunos, que ellas las advierten y nos previenen”.
 
Hoy en día se discute bastante sobre la participación de la mujer en la política, en gran parte porque el empoderamiento femenino ha demostrado ser un catalizador de la sensibilidad social, tan importante en un mundo de grandes desigualdades. Ese “olfato femenino” se ha vuelto esencial en el ámbito político, donde cada día más el mundo enfrenta los propósitos malsanos, de quienes solo quieren enriquecerse a costa de ver las sociedades destruirse.

En un mundo dominado por mentes jóvenes, cambios constantes e innovación, el cerebro femenino es el gran atomizador de bienestar, riquezas y prosperidad,  aunque justo es reconocer que hay sus excepciones, y también  hombres capaces de desarrollar un cerebro femenino, dada la plasticidad del cerebro. 
 
Sin embargo, para que el cerebro femenino incursione en la política de manera definitiva, aún se requiere enfrentar grandes retos y desafíos, que hacen que la participación en lo público, cueste a la mujer el doble que al hombre, aunque también produzca el doble. 
 
Las estadísticas demuestran que hay una falta del cerebro femenino en la política. Apenas dos países en el mundo tienen un 50% de mujeres en sus órganos legislativos: Ruanda y Bolivia. Tan solo hay 11 mujeres Jefas de Estado y 10 Jefas de Gobierno, además de que, en promedio, solo un 17% de los ministerios están ocupados por mujeres.

A pesar de ello, hay una gran aspiración de la ciudadanía por una mayor participación de la mujer en el ejercicio de gobierno. Las encuestas demuestran que un 78% de las mujeres y un 67% de los hombres, quieren ver más candidatas femeninas a todos los puestos públicos.  
 
Esto así, porque las mismas características que investigadores han evaluado en el cerebro femenino, demuestran que la mujer es una transformadora por naturaleza, lo que podemos apreciar día tras día en el ámbito familiar, con sus dotes de administradora, organizada, honesta y solidaria.
 
La mujer demuestra ser un ente de paz y equilibrio, de búsqueda del consenso y la armonía, dando a cada quién lo que le corresponde, características que son esenciales para alcanzar una mayor igualdad en todos los ámbitos de la sociedad.
 
En momentos de precariedad y desigualdad social, como los que vive el mundo actual, se aprecia el cerebro femenino para tomar las decisiones trascendentales que requiere el colectivo. Las  mujeres en el ámbito político,  son entes integradores,  de justicia social, que ejercen la capacidad holística del cerebro femenino, y trabajan por el bienestar del  núcleo familiar y toda la sociedad. 

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