DISTRITO NACIONAL, República Dominicana. -. El expresidente Joaquín Balaguer murió el 14 de julio de 2002. Hace ya 23 años.
Desde entonces, el país ha cambiado mucho. A veces para bien y en otras ocasiones, para mal.
Algo que distinguía a Balaguer era su amor por la naturaleza, y si hoy estuviera vivo nadie en su sano juicio osaría en mutilar el Jardín Botánico para ampliar la avenida de la República de Colombia.
Vamos más lejos, nadie pensaría en cercenar algunas áreas de ese parque, mucho menos el tema sería motivo de debate, con una evidente preocupación de que el gobierno de Luis Abinader pueda emprender esa travesía.

Hay que recordar que el distanciamiento de Balaguer con el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) vino después que el Gobierno de Leonel Fernández tocara los terrenos del Centro Olímpico para la construcción de algunas estaciones del Metro de Santo Domingo. Siempre se dijo que esa iniciativa fue motivo de mucha molestia y de reacción negativa en el otrora líder del Partido Reformista Social Cristiano.
Balaguer vuelve a la memoria de cada dominicano sensato y preocupado por la colectiva cuando se especula sobre cualquier proyecto, parecido al que el gobierno pretende ejecutar en el Jardín Botánico, que solo viene a reducir el pulmón natural de Santo Domingo.
Hay un clamor negativo de voces especializadas contra el proyecto de cercenar la belleza del Jardín Botánico, además de que se proclama su importancia en el impacto ambiental.
Sería contraproducente que los ministerios de Obras Públicas y de Medio Oriente actúen bajo el amparo de la tozudez del poder y obvien las reacciones técnicas para imponer un proyecto vial en la avenida República de Colombia que vendría a minimizar los aportes del Jardín Botánico a la salud ambiental en Santo Domingo.
La falta de un adecuado flujo de informaciones ha permitido que surja un ruido innecesario en torno a esa iniciativa, cuando previamente ha tenido que primar una retroalimentación entre las autoridades responsables y los sectores especializados. Explorarse nuevas alternativas, en caso de que se determine que no es viable tocar el Jardín Botánico.
Lo correcto no es que el Gobierno ni otros sectores traten de imponerse, sino que primen la prudencia y los criterios técnicos.
La mejor vía es la mesa del diálogo al margen de pasiones y opiniones sesgadas que no beneficien el interés colectivo.
El primer paso para un consenso debe darlo el Gobierno.
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