Convocatoria al voto inteligente

DISTRITO NACIONAL, República Dominicana.- Sé que es utópico, pero qué bueno sería para el país que la criticidad del electorado se desborde para ejecutar un voto inteligente que permita caras nuevas en el Congreso, formar una matrícula variada en las cámaras legislativas, incómoda para el Poder Ejecutivo y, a nivel presidencial, sepultar el caudillismo redentorista, ungido, predeterminado y profético.

Para la democracia no hay nada peor que un Poder Legislativo actuando como sello gomígrafo, incondicional y acrítico, aunque una vez nos trataran de convencer de que la gobernabilidad  demandaba que el partido gobernante contara con mayoría de diputados y senadores.

La realidad ha demostrado que esta teoría, sustentada alguna vez por el ex presidente Leonel Fernández, es una manera muy aberrante de concebir la dinámica del Estado, destructora de los controles y del muro de contención necesario para que las instancias de poder no se descarrilen en su accionar, afectando el bienestar de los ciudadanos.

Por eso fue tan disonante, desafortunado y motivo de “meme” burlesco en la clase media, cuando el presidente Danilo Medina proclamó que quería tener su congreso y sus legisladores, como si el segundo poder del Estado fuese el anexo o el traspatio del primero.

Si algo interesante tendrán las elecciones presidenciales de 2020 es que cada bando con posibilidades reales de alcanzar el poder no tiene a la cabeza a ninguno de los símbolos políticos del pasado, quienes aun persisten en retornar o en habilitarse para el continuismo.

Darán brega para irse y los coletazos pueden tener secuelas graves en el tejido social, político y económico al herir la vena femoral de la confianza en el país. Medina funge en la práctica como el estratega electoral de Gonzalo Castillo, un ejercicio que asume con delectación vengativa. 

Fernández dará las vueltas que sean necesarias al muro de Jericó que cubre al Gobierno y a una parte del sanedrín (el Comité Político del PLD) en busca de su sueño dorado: no dejar piedra sobre piedra que no sea derribada, con lo cual saciaría su sed retaliadora. 

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